martes, 28 de julio de 2009

ENSAYO ARGUMENTATIVO


El ensayo argumentativo tiene como propósito defender una tesis con argumentos que pueden basarse en citas, datos concretos de experiencias investigativas, alusiones histórica, políticas u otras.

Este ensayo exige un planteamiento especial, organización previa de un esquema y tratamiento rigurosos del tema

MODELO DE MACROESTRUCTURA

(Esquema del ensayo)

Tema: La pena de muerte
Tesis: La pena de muerte es una insensatez que no debe consagrarse en nuestra constitución.
Fundamentos:
1. Porque… no es la mejor solución para conflictos humanos por muy graves que sean.
2. Porque… no intimida a los criminales.
3. Porque… no ejemplariza.
4. Porque… nuestro sistema judicial es propenso a cometer errores.
5. Porque… con la aplicación de la pena de muerte no hay proporción entre el daño causado y la reacción del estado.
6. porque… cuando es imposible que una ley surta los efectos por los cuales es creada, es mejor no aprobarla; y con la pena de muerte no desaparecen las causas de la criminalidad.

En un ensayo argumentativo se deben citar las mejores evidencias como: hechos, ejemplos, estadísticas, testimonios; si se quiere lograr una argumentación plausible.

PARTES DEL PÁRRAFO DE INTRODUCCIÓN. ¿CÓMO SE ESCRIBE?

1ª idea: Presentación del tema
2ª idea: Presentar las diferentes posiciones  en Colombia o el mundo sobre el tema tratado
3ª idea: Escribir la tesis lo más claramente posible.
4ª idea. Finalizar enfatizando la tesis contraponiéndola a una  idea contraria


PÁRRAFO DE INTRODUCCIÓN
LA PENA DE MUERTE, EL CASTIGO MÁS JUSTO

Cada vez que en el país los medios de información registran actos criminales que impactan a la colectividad por la cobardía y las intenciones con que se realizaron por individuos o grupos constituidos en enemigos de la sociedad, nuevamente proliferan las opiniones a favor de la legalización de la pena de muerte. Los países y las comunidades en donde existe la pena capital consideran que, por ser el castigo más proporcional con el daño cometido, es la pena más justa. El dolor, la ira, la sed justicia y, ¿por qué no?, de venganza, y los propósitos y consecuencias de esos crímenes son factores que impiden prever los alcances negativos de su legalización, la pena de muerte es una insensatez que jamás debe consagrarse en nuestra Constitución. A pesar del clamor con que algunos defienden la legalización de la pena de muerte, existen factores de
diversa índole que no favorecen su aplicación.



MODELO DE ENSAYO




                    LA PENA DE MUERTE, EL CASTIGO MÁS JUSTO

Cada vez que en el país los medios de información registran actos criminales que impactan a la colectividad por la cobardía y las intenciones con que se realizaron por individuos o grupos constituidos en enemigos de la sociedad, nuevamente proliferan las opiniones a favor de la legalización de la pena de muerte. Los países y las comunidades en donde existe la pena capital consideran que, por ser el castigo más proporcional con el daño cometido, es la pena más justa. El dolor, la ira, la sed justicia y, ¿por qué no?, de venganza, y los propósitos y consecuencias de esos crímenes son factores que impiden prever los alcances negativos de su legalización, la pena de muerte es una insensatez que jamás debe consagrarse en nuestra Constitución. A pesar del clamor con que algunos defienden la legalización de la pena de muerte, existen factores de diversa índole que no favorecen su aplicación.

Cuando una sociedad o un estado ejecuta a uno de sus integrantes, aun cuando se le haya demostrado el crimen que se le imputa, imita precisamente la conducta que condena. Tal actitud encierra una seria contradicción. Con ese proceder, implícitamente se le está sugiriendo a otros potenciales asesinos que matar al prójimo puede ser una forma lícita para resolver graves problemas humanos. Pero matar es la peor solución para resolver aun los más conflictos humanos. La aprobación de la pena de muerte en nuestros tiempos significaría regresar a épocas de barbarie ya superadas.


Se dice que la disuasión es el único objetivo de las ejecuciones. Pero, en verdad, la pena de muerte no intimida. Los criminales de alta peligrosidad son personas insensibles ante el dolor físico y moral. Ellos saben muy bien que la muerte es uno de los riesgos de su oficio, por lo tanto no los aterra, como ilusamente creen muchas personas de bien. Tampoco intimida a quienes cometen crímenes pasionales, ya que cuando estas personas delinquen son inconscientes de su conducta y de las consecuencias de la misma. Las únicas personas a quienes atemoriza la pena de muerte son los delincuentes ocasionales y las personas honestas y pacíficas que temen que por alguna inesperada circunstancia del destino, se lleguen a ver comprometidos en un crimen que podría llevarles a la pena de muerte. Edmund Brown, ex gobernador del estado de California, declaró tras una ejecución en 1964. “La pena de muerte se ha constituido en un grave fracaso, porque a pesar de su error y de incivilidad, no ha protegido al inocente ni ha detenido la mano de los criminales”.

Como corolario de lo anterior, la pena de muerte no ejemplariza. Si así fuese, en los países que aún existe tan inhumano castigo, no tendrían lugar los aberrantes crímenes que allí se cometen. Eso precisamente ocurre en numerosos condados de los Estados Unidos en donde aún existe tal sanción. Nada ha demostrado que allí los índices de crímenes violentos hayan disminuido. En nuestro país, por ejemplo, especialistas en criminología y Sicosociología concluyen que los sicarios- tal vez los primeros candidatos para que se les aplique la pena de muerte- en su mayoría son personas que no tienen esperanzas de llegar a la vejez y tienden a creer que morirían antes de cumplir los 30 años. A asesinos de esa clase no se les intimida con la pena de muerte; para ellos la vida no tiene valor alguno. En la mayor parte de los países en donde se aplica la pena capital, está prohibida para menores de 18 años. Al legalizarse esa pena en nuestro país, probablemente se mantendría el mismo principio humanitario. Pero también es muy probable que la delincuencia organizada contrataría a menores de edad como sicarios para llevar a cabo sus crímenes tal como ya lo está haciendo y para ellos no habría la posibilidad de sentenciarlos a muerte.

En muchas ocasiones se ha logrado comprobar con el correr del tiempo lo injusto que se fue al haber sancionado como culpable a alguien cuya responsabilidad en el delito que se le imputó, no fue investigada exhaustivamente. Nuestro sistema judicial, al igual que el de países con mejor infraestructura jurídica, es propenso a cometer errores. Un caso mundialmente famoso nos servirá para ilustrar esta injusticia, nos referimos al caso denominado “los seis de Birminham”. Una corte de justicia londinense condenó a cadena perpetua a seis irlandeses, sospechosos miembros del IRA, de haber hecho explotar una bomba en un pub de Birminham ocasionando la muerte a 21 personas en 1974. Sólo a comienzos de 1991 la justicia inglesa reconoció su error, luego de municionas investigaciones.

Durante 16 años, 3 meses y 21 días que los condenados estuvieron en prisión sufrieron diversos tipos de tortura. El caso de los seis de Birminham no es la única equivocación cometida por la justicia británica. Hasta la fecha aún no se ha dado con los verdaderos responsables. ¿Qué posibilidad de enmendar el error hubieran tenido los jueces ingleses si a los sospechosos se les hubiera condenado a muerte? Si en países con un sólido sistema criminalístico y jurídico ocurren estos hechos, qué cosas peores no ocurrirían en el nuestro, que carece de una moderna y eficaz infraestructura criminalística que garantice que no haya lugar a la impunidad ni a condenar erradamente a un imputado?.

Los brutales métodos empleados a las ejecuciones evidencian un espíritu de venganza. Parece que el objetivo de la pena de muerte no es que se cometan menos asesinatos sino que la sociedad se sienta vengada. Pero con la aplicación de la pena de muerte no hay proporcionalidad entre el daño causado y la reacción del estado. Un problema que tiene que enfrentar los jueces es que, con mucha frecuencia, la misma naturaleza de los hechos dificulta establecer la proporcionalidad de la pena; así ocurre, por ejemplo con delitos contra la salud, contra la humanidad, contra el medio ambiente, la captación ilegal de ahorros, la especulación, los delitos políticos. Por eso los ordenamientos penales no prescriben que, por ejemplo, se queme la casa de quien provocó premeditadamente un incendio con intenciones criminales, ni que se viole al violador. La famosa Ley del talión que reza “ojo por ojo, diente por diente”, no es apropiada por nuestros tiempos. Pero esto no debe interpretarse como una invitación a la cobardía disfrazada de tolerancia hacia los delincuentes, sino que los asociados han comprendido que es necesario sobreponer toda una gama de valores por encima de quien se condena. Que el estado responda los actos perversos de los criminales con el criterio retaliativo es una actitud repudiable.

La pena de muerte se justificaría si con ella se extirparan las verdaderas causas de la criminalidad. Mientras existan aberrantes injusticias sociales como la desigualdad ante la justicia, la tenencia de la tierra en manos de una élite que ni la trabaja ni la facilita para que el campesino la cultive; mientras exista desidia gubernamental y política para satisfacer las necesidades de vivienda, educación, salud, trabajo y de justicia, no- es justo que se legalice un castigo tan drástico. Con la pena de muerte, es cierto, se amenaza al potencial delincuente, pero eso no soluciona la raíz de los problemas causantes de la violencia.

No es un secreto que en nuestro país el peso de la ley muy pocas veces recae sobre sectores sobre privilegiados. Numerosos peculados, sobornos, contrabando técnico y toda una cadena de conductas delictivas que cometen miembros de la clase privilegiada se quedan sin castigo. Numerosos delincuentes de cuello blanco que se enriquecen con la complacencia de diversos sectores políticos y del mismo gobierno, permanecen libres, mientras que las cárceles están llenas de desarraigados sociales, sin poder económico ni de otra clase para presionar al sistema para que los declare inocentes. Con toda seguridad, que de aprobarse la pena de muerte, sólo a este sector se le aplicaría.

Definitivamente, la pena de muerte es un cruel castigo cuya aplicación embrutece a quien la aplica, colocándolo en el mismo plano de los delincuentes a los que se le aplica. Si la vida es el principal derecho humano, el suprimirla es la primera violación, y si el Estado quien oficializa el crimen, agrava la violación. Cuando una ley no surte el efecto por el cual es creada, lo mejor es no aprobarla.

19 comentarios:

  1. Super buena ahora entendi mejor gracias!!!!!!!!!

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  2. Mire una pregunta - estoy dando un curso básico titulado "Una Introducción al Arte de Escribir
    ", y estoy buscando ejemplos de cada estilo de ensayo para que los alumnos vayan familiarizandose con cada tipo y aprendiendo mejor a reconocerlos, etc. Está bien si uso sus ensayos como ejemplos?

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  3. ES INDISPENSABLE QUE CITEN LAS FUENTES...DE DÓNDE SE SACA LA INFORMACIÓN PARA FUNDAMENTAR LO QUE SOSTIENE A LA TESIS.

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  4. El artículo sobre el ensayo muy buena. Ayuda mucho en su comprensión y redacción de la misma. Tal vez sería mejor más ejemplos de ensayos cortos.

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  5. De conformidad con los nuevos tiempos,los ensayos requieren una mayor profundización e investigación en el estudio de la temática y por ende el abordaje de su argumentación,debe ser contundente y convincente,para inducir a nuevos desarrollos paradigmáticos,de conformidad con el tema tratado.LRGF.

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  6. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  7. Muy clara la explicación tendiente a la escritura de textos argumentativos. También el texto es claro pero, ¿no cree sería mejor encerrar entre signos de pregunta la segunda parte del título? Es decir: "La pena de muerte, ¿el castigo más justo?". Así no se anticipa la postura ni se duda una vez leído si el título no afirma lo contrario que intenta defender el texto. Espero no ser mal interpretada. Gracias por leer mi comentario.

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  8. Álvaro Díaz, docente de la Universidad de
    Antioquia y autor, entre otros, del libro "La argumentación escrita".

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  9. Aunque, a mi humilde entender, el título debería ser planteado de manera interrogativa (La pena de muerte, ¿el castigo más justo?), pues como está escrito pareciera defender esta medida capital.

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